Santa María Magdalena

Poema del libro La brújula del abandono sobre esa santa que, como todos allí, amó y se dejó amar

Compañía del Maestro junto al Lago,
Cafarnaún, moría el Sol, al fin descanso
tras vaciarse por el Reino ante las masas,
allí ella besó, besó esos pies de mensajero
que dibujaban ya la forma de unos clavos.
Besó esos pies ungidos, puso su corazón en ellos
y en ellos escuchó un hombre nuevo en flor
y un Dios manchado. Y con sencillez
olió de nuevo el fuego de su voz,
la paz de los silencios…Nada importaba ya.

Y Él nos miró como se lo hizo a ella,
abrimos nuestros cántaros y los llenó de vino.
¿Qué más daba lo anterior, qué fuéramos,
nuestras acciones, si estábamos con Él
por los caminos? Abrazamos también,
olimos y besamos. Éramos fuego en sus manos,
un charco de amor, unido en movimiento.

Y su voz, junto al sepulcro, tierna
se oyó incluso más alto en Redondela, aquella tarde,
«Corred, contadle a todos
que hoy mi carne ha vuelto entre los vivos».

Foto de portada por Roopak Ravi en Unsplash