Cristal Quebrado no es un canto gregoriano que se pierde por los pináculos de una catedral, buscando a Dios en lo infinito. No es tampoco una sucesión de églogas pastoriles,pero mucho menos, un repertorio de coplas tremendistas y culpabilizadoras. Es simplemente un conjunto de poemas que cruzan la Historia humana hasta encontrar–y atravesar–cuerpo, mente y espíritu de quien constituye el centro de la misma.

Cristo se nos presenta desnudo. Su humanidad, tan parecida a la nuestra, es de un realismo que a veces asusta: miedos, enfermedades y hasta la locura le acompañan camino de la cruz. Sus pensamientos, agónicos pero amorosos, están presentes en los versos de este viacrucis, tan recargados y curvos como la psicología humana. En ellos resuena también la voz milenaria de los profetas gritando en el desierto y se intuye ya el brillo de los santos: Jesucristo es el depósito de las promesas del Antiguo Testamento y su sacrificio, la llave que nos abre gratuitamente y para siempre las puertas del Cielo.

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