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Porque el Mundo es Redondo

El torno del destino-Bienvenida

Porque somos barro que gira en el torno, ovillo infitio de débil hilo, caminantes en el desierto…

23/09/2016 |22:00

El torno gira y el barro se moldea, ahormándose a un futuro desconocido sobre el devenir circular de la madera brillante. Cada instante, cada caricia, es un giro en el porvenir de una vida que se repite, en el fluir del río que pasa y vuelve, bañándonos dos, tres, infinitas veces en el mismo agua.

El agua del río fluye, llega al mar, se evapora y vuelve, para sumergirse de nuevo en el acaecer cambiante y redondo, comulgando en lagos y lágrimas, arroyos y sudores, norias y caudales. Los meandros de la plétora acuática son el subir y bajar de los dineros, los números, las modas, los caminos, y los ánimos; el continuo oscilar del pensamiento, la voluntad, las ganas, la suerte o las energías; la fertilidad que llega a los pies de las áridas tierras del Egipto faraónico, el regadío que da vida a las tierras del Norte de Castilla, marchitada por el disco del Sol en los estíos crueles.

El torno gira así, dejando oír el continuo respirar del tiempo, el pasar de las estaciones, mientras la arcilla se moldea en su rueda, necesitada de participar en el circuito de la eternidad. Sus recuerdos y proyectos se juntan bajo el Sol y la Luna: limoneros de la infancia, magdalenas empapadas en té, curvaturas de unos ojos nunca olvidados, biblioteca escondida en el Amazonas, se proyectan al tornar entre los pliegos de una cerámica moldeada por el tiempo.

Todo vuelve como un péndulo que, estático, gira al movernos nosotros. Intentamos descubrir los secretos escondidos en las razones de las circunferencias, en las esferas de los astros que orbitan, desconocedores de qué deparará cada nueva vuelta, cada pequeña traslación, en la que, infinitos factores dotan su analogía con ingente disparidad.

Parecemos rotar como las manecillas orbitan en torno a su mecanismo, que ellas sólo conocen en parte. Mirar atrás es lo mismo que adelante, sólo se puede mirar alrededor; no sabemos que somos, ni adónde vamos, ni de dónde venimos. Entre frescos racimos y fúnebres ramos, vemos un mundo que se repite, que cambia para ser lo mismo; personas que se parecen, que encasillamos, que nuestros recuerdos nos hacen confundir con sus antepasados en nuestras mentes.

Quizá por ello la rutina es nuestra seguridad, al verse asentarse nuestro barro sin hacer nada, es la edificación y consolidación de nuestras calidades, e imperfecciones, vibrando sobre los mecanismos de la vida. Olvidamos, sin embargo, que barro que no se moldea es marga seca, greda intrabajable que se agrieta al secarse por el hastío de lo reiterativo

Todo vuelve: de las rosas de Ronsard al panteísmo de Aleixandre, el Poderoso Caballero hijo del materialismo sofista, de Villon a Bécquer…nuestro destino es transformar en espiral el círculo, dejarnos moldear pero aportar nuestras ideas, para que nuestra circunferencia no se achate en elipse, sino se expanda en un remolino que avanza hacia un Mundo mejor, pero siempre redondo.

Pasaremos de barro a polvo, de tierra a suelo, de arcilla a cuenco tostado por la vida y el sol de las estaciones…ser resto arqueológico, rememorado por nuestros hijos depende de cómo nos cozamos en los círculos del destino, entre el polvo desprendido por el torno incierto.


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