Giro Estacional
El otoño impregna nuestras venas de su cálida melancolía, su música naranja y su giboso viento
Abandonada al lánguido embeleso
que alarga la otoñal melancolía,
tiembla la última rosa que por eso
es más hermosa cuanto más tardía.
Absoluto amor - Efraín Huerta
Dicen que empieza el otoño,
que de los espesos equinoccios caerán las ramas secas
y marchita la flor, su olor a piedra, fría,
hará exhalar la fruta dulce
y carnosa y desgastada de un verano madurado.
Algunos sienten ya el polvo levantado,
perfume de las tristes lluvias ulteriores
en los que la humanidad desciende
a su desnudez profunda, los planes perdidos
y su futuro incierto.
Anuncian heladas que azotan y cercenan
las venas ahogadas, hartas de encerrarse
en hastíos plañideros.
Anuncian los caídos muros, una hecatombe
de nuestra decadencia perseguir cansada.
Llega la noche, la noche oscura,
el insomnio mortecino y la bilis seca,
porque si consuelo son las pequeñas alegrías,
el secreto susurrar de un nudo suelto
desenreda de un soplido nuestros miedos.
El álamo vibra a mediodía
se tiñe de naranja, pero su vida sigue.
Quizás no pueda ser poeta
quien no distingue uvas de castañas,
no escucha a la razón, abraza al viento
y cree oír aún el canto de los grillos.
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